En el libro de Scott Adams “El principio de Dilbert” hay un capítulo dedicado a jefes. En uno de los apartados comentan lo malo que es tener jefes que saben algo de tecnología de oídas (como el libro es antiguo hablan de leerlo en revistas). Aquí está la tira que lo expresa muy bien:
Pues esto mismo nos sucede con muchos clientes. Bueno, con los clientes que vienen y te lo cuentan, ya que imagino que el tema estará mucho más extendido. Son clientes a los que un amigo les dice que es mejor esto que lo otro porque lo vio en… (poner aquí la red social favorita). Al problema de ir pidiendo soluciones tecnológicas de oídas se une la perdida de información en cada paso de la cadena de comunicación. No es la primera vez que cuando podemos hablar con el que asesoró al cliente comprobamos que donde le dijeron gigas el cliente entendió watios…
El otro día tuvimos un caso de estos. Un cliente que nos pidió por el Aconsejador una configuración con arranque dual. Le habían dicho que Linux era mucho más seguro que Windows pero él quería también usar aplicaciones que solo estaban en Windows. Así que un amigo que sabía mucho de informática le había aconsejado que instalase los dos y los datos los dejase en Linux para que no se perdiesen.
Al final llamamos por teléfono al cliente y terminamos hablando con su amigo informático (que por cierto fue el que también le recomendó usar nuestro Aconsejador) y pudimos aclarar el tema. El amigo les aconsejó lo mismo que nosotros: si estaban cómodos con Windows pues que se lo instalasen. Si querían más control del software y probar algo nuevo instalar Linux. Por cierto, que el cliente al final escogió el PC solo con Windows.
Y esto mismo nos pasa muchas más veces. Pero con el agravante de que o bien no podemos hablar con el cliente o éste no nos entiende.