Volvemos ahora a la Ciencia Ficción americana de hace 40 años. Estos días he terminado de leer Viernes de Robert A. Heinlein.
Las novelas de Heinlein las tengo en mi lista y de vez en cuando voy leyendo alguna nueva. Y esta vez le ha tocado a una de las últimas que escribió. El libro nos lleva a un futuro donde las fronteras políticas han variado respecto a lo que conocemos. Por un lado aparecen nuevos imperios sobre la base de otros pretéritos y por otro lada hay una balcanización de naciones como los Estados Unidos o algunos europeos. Así que por un lado fragmente países y por otro las reúne. Una manera de hacernos ver que todo es fluido en la vida.
La protagonista de la novela es una mujer creada mediante ingeniería genética. Por lo tanto no tiene padres y su situación legal no está clara. Trabaja para una organización que podríamos considerar una agencia de detectives o de espías privados. Al principio la historia va justo de eso: persecuciones, peleas, asaltos, interrogatorios. Pero luego va cambiando de tema. Se trata de un libro con varias capas y donde parece que el autor va haciéndonos pensar cada vez sobre algo diferente. Tenemos una referencia muy fuerte a la discriminación. Pero lo curioso es que no solo la vemos cuando se aplica… sino que la padecemos desde el punto de vista del discriminado. Viernes al ser una persona “artificial” no es siempre bien recibida. Pero ese sentimiento lo vemos tal y como lo percibe ella. Es un punto de vista interesante para tratar la intolerancia.
En el futuro imaginado por Heinlein no solo hay cambios en las fronteras de los países, sino que la balanza del poder se mueve hacía las grandes multinacionales privadas que son más poderosas que los países. De hecho, hay un capítulo en el que narra una guerra entre una nación y una multinacional.
Un tema que toca de forma tangencial, pero que me llamó la atención ahora que se habla de él en España, es el poder de la gerontocracia. Y es curioso que cuando el autor tenía 80 años describe un planeta donde la edad es fundamental para ostentar el poder y no los deja muy bien.
Lo que siempre es admirable en Heinlein es que todas esas ideas van apareciendo a lo largo de la trama del libro. La novela tiene varias partes. A mi me ha gustado más las reflexiones centrales. Cuando se plantea qué es lo que marca el fin de una civilización. Este capítulo es muy interesante pues las ideas que allí expresa el autor (en 1981 se publicó la novela) son totalmente contemporáneas. Aquí vemos una vez más el olfato del escritor de Ciencia Ficción para acertar en el futuro.
A la hora de aciertos y fallos sobre las predicciones para el futuro tenemos un poco de todo: Heinlein acierta de pleno cuando muestra como uno de los inventos más importantes para avanzar: una batería barata y eficiente. Se queda corto a la hora de describir el poder de las comunicaciones digitales. Es demasiado avanzado con los viajes aéreos, pero bueno su planteamiento podría llegar en un futuro cercano. Como es costumbre hace una crítica muy curiosa a los impuestos aplicando una lógica interesante. Su idea de familia es mucho más amplia que la actual y viendo como va el panorama tal vez esa predicción se cumpla pronto. Seguimos teniendo gatos, no pueden faltar felinos en sus obras.
El final es lo que menos me ha gustado de la historia. Pero a pesar de él, se trata de una novela recomendable que se lee de un tirón y mientras nos entretiene nos hace reflexionar.