Estas Navidades he estado leyendo otro clásico de la ciencia ficción: Todos sobre Zanzíbar de John Brunner. Una de esas novelas que tenía en lista desde hace mucho tiempo, pero que por un motivo u otro nunca me ponía con ella.
Es una novela compleja de leer, así que conviene leerla con cuidad y poderle dedicar atención. La novela está escrita a fines de los años sesenta (de hecho es premio Hugo del 68) y en ella su autor nos muestra como sería el futuro en nuestros años, en la primera década del siglo XXI. El comienzo de la historia es algo caótico. Los capítulos son cortos y van mezclando muchos personajes y muchas tramas que durante las primera parte de la historia no parece que tengan ninguna relación.
Pero a pesar del aparente desorden, la historia engancha. Vamos poco a poco encajando la información que el autor nos proporciona y podemos imaginarnos perfectamente como es la sociedad que él nos está describiendo.
Al final quedan unas cuantas tramas principales, pero casi son lo de menos. Es decir estas tramas tienen interés, pero no son de esas que te atrapan. Casi más lo interesante es como la novela nos hace reflexionar sobre nosotros mismos, ya seamos individuos, ya parte de la sociedad.
En el futuro que Brunner nos pinta, la gente vive cada vez con menor espacio vital. La televisión domina su vida, las grandes multinacionales, las guerras que nunca se terminan, buscando un enemigo exterior, las drogas que son legales y ayudan al control de la gente. Uno de los protagonistas de la historia es un ordenador, pero la evolución que Brunner imagina es la de sistemas de ordenadores centrales muy potentes y no ve la llegada del ordenador personal. Hay un remedo de Internet, con los sistemas de comunicaciones vía satélite que en su sociedad del siglo XXI aparecen por todas partes.
Existe un fuerte control de natalidad en esa sociedad futura. No se permite tener muchos hijos y se requiere ser sano y sin taras hereditarias para poder ser padre. Hay reflexiones muy interesantes sobre el papel de los padres y sus relaciones con los hijos.
Al final la novela acaba desde mi punto de vista de forma demasiado rápida. Es decir arranca lenta, y conforme avanzamos en sus páginas, la acción va yendo cada vez más deprisa.
Es un libro que conviene leer, provoca más preguntas que respuestas y eso hoy en día es algo que escasea en la literatura moderna. Muy recomendable desde todos los puntos de vista.
4 Comentarios
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yo siempre lo he pensado: la ciencia ficcion me da la oportunidad de reflexionar sobre la naturaleza mas basica del ser humano, al colocarlo en un contexto distinto (con las excusa de que es en el futuro)
El comentario de Patata me ha hecho recordar las sagas de Star Trek. En los sesenta el enemigo eran los klingon: rudos, lo atrasados de su tecnología lo podían suplir con su valor y rudeza, extraños… claramente reflejaban a cómo veían a los entonces soviéticos.
En los noventa llegó la nueva generación: los klingon eran ahora “aliados”. Aunque había un klingon en el puente de la Enterprise, no convenía forzar demasiado la situación cuando ellos estaban en las cercanías. Exactamente la misma desconfianza e incertidumbre que cuando cayó el muro de Berlín.
Estaría bien una renovación que plasmara el complejo mundo actual.
¿Cómo os la imaginaríais?
Hay un ejercicio más divertido, ver como veían los autores de los 60, 70 u 80 el futuro próximo… y casi nadie acertó en la situación política.
A mí, me llamó mucho la atención el escenario que dibujaba Neal Stephenson en La Era del Diamante (http://es.wikipedia.org/wiki/La_era_del_diamante):
– Naciones desdibujadas
– Grandes megacorporaciones con ideologías fuertemente marcadas
– La sociedad está sobrepasada por los avances tecnológicos
– Influencia muy fuerte de China