En mi primer día de clase, casi llegó. No me había dado cuenta de los cambios en las aulas y la forma de impartir la formación. Con la digitalización y la automatización, tenía un aviso en mi calendario indicándome la hora de la clase y el aula debía ir. Parecía una tontería pero vienen bien estos avisos
Menos mal que se me ocurrió madrugar. Llegué a la Universidad y me fui a la facultad. Miraba el correo y buscaba la clase a la que tenía que ir. Allí se indicaba un código de aula y que estaba en el primer piso. Subí al primer piso y comencé a recorrer pasillos. Pero no veía el código del aula en ningún sitio. Eso sí, noté que allí había muchísimas más clases que cuando yo estudiaba.
Al final pregunté y me dijeron que esa asignatura se impartía en otro sitio, en un aulario general fuera de la facultad. Así que me fui al aulario y encontré la clase todavía a tiempo.
Lo primero que noté fue el tamaño, era una clase muy pequeña. Con una capacidad para unas 80 personas. Cuando yo estudiaba las clases eran mucho más grandes. Cabíamos unas 5 veces más. En algunas asignaturas (por ejemplo, Derecho Romano) se llenaban hasta arriba y se quedaba gente en los pasillos. Pero además de tener mucho espacio y pocos asistentes… la sensación de vacío era enorme. Tomé asiento y me dispuse a ponerme al día ya que llevaban 7 semanas de clase ya dadas.
Pregunté a unos compañeros que se sentaban delante. Me indicaron enseguida por donde iban y me pasaron los temas que había repartido el profesor. Cuando empezó la clase éramos unos 15 alumnos solos. Aquello parecían clases particulares.
El siguiente cambio fue la presencia de un proyector y una gran pantalla donde el profesor mostraba los apuntes. Ya tenemos otra muestra de digitalización. El proyector lo veo muy desaprovechado. Se le podría sacar mucho más partido. Pero solo lo usan para mostrar algún resumen y/o los temas preparados.
Esto de los temas es otro cambio. En esta asignatura la mayoría de los temas tenían versión preparada por el profesorado. De esta manera ya tienes un primer punto de partida para comenzar a estudiar y tienes claro lo que consideran más importante.
La asistencia a clase continuó bajando los siguientes días. Al final la cosa se estabilizó en una media de 6 asistentes a clases teóricas y 35 a clases prácticas. Me seguía resultando curioso estar recibiendo clase solo con otros 5 compañeros… en mis viejos tiempos teníamos que quedar con otros compañeros para que el primero que llegase reservase sitio a los demás… sino te quedabas fuera.
También me chocó el horario. Teníamos en teoría clases de 2 horas. Pero raramente se impartía más de una hora. Nunca se empezaba a la hora indicada y siempre se terminaba antes.
Con el profesorado no tuve ningún problema, al revés. Antes de matricularme me puse en contacto con el profesor titular de la asignatura. Lo llamé por teléfono y me atendió muy bien. Me explicó como enfocaba la asignatura, la bibliografía que él me recomendaba y también me dijo que veía complicado que pudiese prepararme bien el primer examen que estaba muy cerca en el calendario… pero que si me quería presentar no había problemas. Y en clase con los demás profesores la relación fue buena. Cada uno tenía su estilo en clase, pero todos mostraban interés y conocimiento. Tuvieron que aguantarme. Yo de joven era de los que casi nunca me callaba en clase y he seguido así. Aprovechando que aquello eran casi clases particulares he podido ir planteando mis dudas sobre la materia sin problemas. Después a la hora de ponerse pesado para pedir algunas cosas sobre exámenes, horarios… me he aprovechado de mi edad para se un poco pesado y tratar de conseguir que las cosas se tramitasen lo antes posible.
Con los otros alumnos lo primero que noté fue la heterogeneidad de los asistentes. Los primeros compañeros que me echaron una mano eran brasileños. Mas de un tercio del alumnado era extranjero o hijo de inmigrante. Pero incluso entre los alumnos “nacionales” había gente de otras provincias. Cuando yo estudiaba estaban los de la capital y los de los pueblos… ahora la diversidad era mayor. Tenía incluso un ucraniano y un ruso… que por cierto se llevaban estupendamente. Está claro que las personas suelen ser mejores que las naciones.
A los pocos días de empezar las clases hice mi primer examen. Entonces la clase se llenó. Y eso ya se parecía más a mis tiempos de joven. Detrás de mí se sentaron un grupo de alumnas. Y cuando las escuchaba hablar me parecía que eran mi hija y sus amigas cuando las llevaba en el coche a alguna de sus fiestas: mismas palabras, semejantes frases hechas, tono de voz casi igual, iguales preocupaciones…
En este primer examen me di cuenta de lo oxidado que estaba. Me costó un poco ponerme en modo examen (es decir empezar a recordar y dar forma a las preguntas y aislarme del mundo exterior). Lo peor vino a la hora de escribir a mano. El examen era de desarrollo. Yo hacía muchos años que no escribía a mano con tiempo tasado. Me gusta escribir a mano y creo que ya lo he contado por aquí que tengo una pequeña colección de plumas estilográficas. Estos últimos años mi letra había evolucionado a un modelo de estilo bonito, pero lento de escribir. Si escribía así, no llegaba a tiempo. Cuando cambié a mi letra de toda la vida… me salía tan mal que no entendía nada. Menos mal que al final entendieron algo y conseguí aprobar este primer examen.
A partir de ese momento lo que hice fue tomar apuntes en clase. Pero no por las notas, ya que tenía los temas y me era más cómodo tomar notas con el PC que con la pluma. Lo hacía para obligarme a escribir con velocidad e ir consiguiendo aunar legibilidad con lograr más palabras por minuto. Me costó pero al final para el segundo examen mi letra se entendía un poco más y escribía más deprisa.
Los compañeros de clase me trataron estupendamente. Mi mayor miedo era cuando llegasen las prácticas en grupo. Al final las chicas que se sentaron detrás de mí en el primer examen me adoptaron como miembro de su equipo. Al principio me miraban como un bicho raro… pero creo que al final conseguí que me tratasen como uno más. Y los resultados del grupo no fueron nada mal.
Lo peor es que al ir a una sola asignatura y encima solo la mitad del semestre me costó mucho conocer mínimamente a los compañeros. Pero al final de una docena de ellos por lo menos ya sabía el nombre. Es lo que peor he llevado: la falta de conexión con el resto de la clase. De todas maneras es algo que lo tenía ya descontado. Ir solo a una clase tres días a la semana en cuarto donde todos ya se conocían me hacía muy complicada la integración… además de mi pinta de padre o abuelo de ellos. Pero consiguieron que no me sintiese muy raro. Además que tenían mucha paciencia conmigo cuando les preguntaba cosas que para ellos eran muy evidentes desde el primer día… pero que yo no entendía del funcionamiento de las clases o de la Universidad. La parte mala es que el próximo semestre voy a asignaturas que están en primero, segundo y tercero… así que no veré a los compañeros que he tenido en cuarto y además estaré cada hora con un grupo diferente… por lo menos conoceré a alumnos de todos los cursos.
Varios compañeros y algún profesor me preguntaron por qué no me había matriculado en la UNED. La respuesta es sencilla: buscaba justamente las clases presenciales y la integración (o el intento) en la comunidad estudiantil. Me he pasado demasiado tiempo con formación en línea, formación a distancia… a mi siempre me ha gustado mucho la comunidad educativa y ahora que tenía tiempo para ello pues me quería aprovechar. Pero en este primer semestre poca comunidad educativa he visto. Ahora con tantos grupos y asignaturas optativas los grupos se conocen menos entre ellos. Por otro lado al dar clase en un aulario general no hay espíritu de carrera. En cada clase se daba formación de una facultad diferente y se notaba mucho. Pero bueno, tengo ahora otro semestre a ver si puedo disfrutar un poco más de la asistencia a clase.
Por lo menos al final del semestre ya no me miraban como un bicho raro y conseguí que me trataran con mucha más naturalidad. Hubo momentos en que pensé que tenía todavía 20 años. La verdad es que no puedo estar más agradecido a los compañeros que me han tocado en esta primera asignatura. De momento la experiencia está siendo muy grata. Lo que peor he llevado es algo que no depende ni de los profesores, ni de la Universidad ni de mis compañeros: la complicación de la vida adulta que de vez en cuando aparece y rompe el ritmo del estudio.
Nunca es tarde para retomar los estudios, a tope con ello y a disfrutar. Y digan lo que digan de los jóvenes de hoy, son en su mayoría gente estupenda. Felicidades.
De momento a disfrutar… ya llegarás lo finales y me pondré a llorar. Y la gente joven estupenda como bien dices.