Esta semana he estado leyendo El sentido de un final de Julian Barnes.
Se trata de una novela no muy larga que se puede leer casi del tirón. Va contada en primera persona por el protagonista. Este tiene 60 años, se ha jubilado y va recordando la época de su juventud, los años del instituto y la Universidad. Así conocemos al grupo de amigos inseparables con los que pasa los días de clase. Luego la separación, cuando cada uno marcha a una universidad diferente. En estas primeras páginas conocemos al amigo más inteligente del grupo. Y como éste en una discusión con el profesor de historia va mostrando la complejidad de casar la realidad de un presente, cuando se intenta entender y explicar con los recuerdos desde el pasado. Esta es la primera idea de la novela: el pasado y como éste se moldea conforme pasan los años y solo recordamos lo que pensamos que sucedió, pero que no tuvo que ser lo que realmente pasó. Además al ir cumpliendo años quedan menos personas que puedan rebatir nuestra visión del pasado y hay menos pruebas (sería interesante leer una versión de este libro dentro de 40 años, cuando para recordar los protagonistas puedan usar miles de documentos digitales y tratar de reconstruir la verdad con ellos).
Pero además del recuerdo también es una obra sobre la nostalgia, la añoranza de los años de formación, cuando la persona se va formando, cuando escogemos amigos, parejas, trabajos… y ahora que nos vamos retirando de la vida uno siempre piensa qué habría sucedido si hubiese tomado otro camino. Una nostalgia en el caso del libro de los años sesenta ingleses. Aquí me ha hecho gracia un comentario del autor, como contrapunto con la moral moderna del libro que comenté la semana pasada: No todo el mundo de Marta Serrano, no me resisto reproducirlo. El protagonista y narrador esté contando como fueron las primera chicas con las que “salió” y entonces explica el concepto de salir con una chica en los años sesenta ingleses: “Uno coincidía en algún evento social con una chica, se miraban, parecía que podían gustarse, la invitaba a un té, un café, al cine. Si ella aceptaba un par de invitaciones, entonces le pedía salir. Si ella decía que si, era un primer paso hacia el noviazgo. Le daba derecho a ir juntos a actos sociales, algún beso de despedida. Y poco a poco, conforme se comprometiesen más tal vez a tener más intimidad…” Y el autor lo compara con la situación de la juventud del siglo XXI.
También tiene una pequeña parte de misterio. En el libro hay un enigma que el narrador trata de resolver y que no va involucrando en su historia. Al final casi, ese enigma es lo de menos y funciona como la guía, la excusa del autor para llevarnos a su juventud y para mostrarnos la fragilidad de la memoria.
Por último navega por el concepto del sentido de la vida. Y se trata de comparar si lo que uno imagina de joven es lo que realmente hacemos al final de nuestros días… tema complejo pero que la obra muestra muy bien.
En resumen, un libro que me ha gustado. Bien escrito y con varias capas en su argumento que nos harán pensar y razonar junto con el narrador, recomendable.