La mayoría de los lectores del blog son expertos en nuevas tecnologías. Muchos conocen las artes de la programación (para mi programar sigue siendo más un arte que una ciencia). A la hora de enfrentarnos a un problema del mundo real y tratar de resolverlo, empleamos algoritmos que nos ayudan. Y cuando para un problema hay varias soluciones, la mejor siempre es la más simple. El algoritmo más perfecto, es el que llega a la solución con menos pasos.
Hace muchos años esto era más evidente que ahora. Los ordenadores tenían menos potencia, las líneas de datos tenían menos capacidad… así que un programa que ocupase menos espacio (por estar más optimizado) era siempre un punto a favor. Hoy con los ordenadores más potentes, líneas de datos con más capacidad… parte de esa filosofía se ha perdido. Pero cuando hay que revisar algún programa que tiene ya unos meses, se agradece cuando uno llega a una rutina que da una solución simple y se entiende. Sin embargo, como haya que revisar una rutina farragosa, llena de pasos intermedios… la cosa cambia.
Y después de esta introducción, vamos al tema que quiero tratar hoy. Como alguna vez he dicho, mi formación universitaria es del mundo del derecho. Cosas de la juventud, estuve cinco años en la facultad de Derecho. Y recuerdo que la cosa que menos me gustaba en esos años, era la complejidad de las leyes, reglamentos… (y eso que hace más de 20 años de esa experiencia). Yo comparaba con otras ciencias más experimentales (sin necesidad de acudir a la informática) donde el buscar la simplicidad era un plus. Sin embargo a la hora de redactar leyes todo eso cambia. Hoy he leído un Twitt con un enlace a un artículo que trata este tema muy bien, en el blog de Fernando del Pino Calvo Sotelo. Se trata de uno de esos documento donde uno ve reflejado enseguida. Es una entrada que suscribo al cien por cien. Uno de los mayores problemas de nuestro país es la hipertrofia normativa, junto con la laxitud con la que al final se aplica la ley; lo cual genera una inseguridad jurídica enorme y da un poder casi omnímodo a nuestros políticos, además el peor poder, el de la discrecionalidad a la hora de aplicar la ley.
No entiendo como la experiencia de otras áreas de conocimiento, donde se busca la simplicidad y la sencillez, no puede llevarse al terreno jurídico. Bueno, si que lo entiendo. Cuando en España, nuestras autoridades agasajan a los nuevos abogados de estado antes que a los nuevos científicos, profesores… pues uno va entendiendo mejor estas cosas.
Y esta maraña legislativa que existe en España, hace muchísimo más daño a las pequeñas empresas y a los emprendedores, que a las grandes empresas ya establecidas. Una pequeña empresa no dispone de los medios materiales para contratar la cohorte (digo legión) de asesores que se requieren para cumplir toda la normativa. Así que o se arruina sin producir nada a cambio, o se la juega a ver que pasa. Nosotros este fin de semana hemos tenido un par de casos, en los que he tenido que comunicar a dos españoles que querían ser clientes nuestros, que sintiéndolo mucho, la normativa de hacienda no nos permitía venderles los productos que querían.
Hace unos meses, a través de un cliente nuestro, vimos un ejemplo palmario de leyes excesivas y de arbitrariedad. Este cliente era un excelente profesional, que tras unos años de ahorrar y de ver como mejorar los procesos productivos de la industria en la que trabajaba, decidió emprender y fundar su propia empresa. Así que compró una vieja fábrica (su magro presupuesto no le daba para más) y empezó a aplicar sus ideas. La cosa iba bien, demasiado diría yo. Al principio trabajaban él y dos empleados más. Como aumentaban los pedidos, fueron contratando a más personal, ampliando la maquinaria… hasta que la fábrica se les quedó pequeña. Entonces decidió hacer un anexo al edificio para tener una línea de producción más y contratar a una docena de trabajadores. Y empezó el calvario administrativo. Tras dos años de espera, no le decían ni que si ni que no. Y se lio la manta a la cabeza y edificó la nueva ala de la fábrica. A los dos meses se la precintaron. Le llegó una multa de tal importe, que no solo tuvo que parar la nueva fábrica, sino que tuvo que vender la empresa entera para poder hacer frente a la sanción. Por supuesto, más de treinta trabajadores a la calle. Aquí algunos me diréis que no había seguido las normas y que eso es normal, si no cumples, te sancionamos. Pero llevaba dos años esperando los permisos y no se los daban. Y al lado (en la misma situación que él) otras dos empresas habían hecho lo mismo… y no les precintaron nada. Pero lo peor estaba por llegar. El comprador de la nave, la volvió a poner en marcha a los tres meses y no tuvo ningún problema legal. De hecho volvió a ampliar la fábrica sin ninguna cortapisa por parte del poder político.
Así, que se me ocurren algunas soluciones, tal vez una buena sería buscar una paridad profesional en nuestros políticos. Porque seguimos teniendo un exceso de profesionales del derecho entres nuestros políticos y eso hace que vean la realidad siempre a través del color de su formación y experiencia.
En resumen, el derecho, una de las disciplinas más antiguas de nuestra civilización, no se merece seguir como hace 2.000 años, sin recibir ninguna de las mejoras que otras ramas del saber si tienen. Y España necesita una legislación más eficaz y más sencilla y simple de entender por todos.
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Lo triste no es la cantidad de abogados/asesores que necesitas para abrir una empresa, lo triste es que el que abrió de nuevo la empresa seguramente se forre con la idea + esfuerzo de otra persona, pero seguramente este conozca a alguien en el ayuntamiento de turno.
Somos un %&#$ País Bananero, por desgracia para nosotros.
El que compró la empresa seguramente conoce las “puertas traseras” del sistema. Es lógico que por ahí también entre el virus de la corrupción.
El derecho es/puede ser igual de arbitrario en España como en cualquier otro país, sino véase el caso de patentes en Alemania en el que se estaba despilfarrando el dinero del contribuyente alemán en discernir la “cuadratura” del tablet.
Con la Ley y las normativas de un país, región o ciudad pasa como con las armas de fuego, por sí mismas no son ni buenas ni malas, lo que hace que su aplicación o uso tenga efectos perniciosos es el utilización que de ellas hace el ser humano. Hay que tener en cuenta, al igual que en la programación, que la “Ley” (el algoritmo) tiene que tener en cuenta y tratar todos los casos posibles y, en general (y no sólo en España), el caso probable que ajusta la redacción de cada Ley es lo que en programación se llama “caso peor”.
Aunque la mayoría de la legislación de cualquier país (democrático se entiende) se basa en la presunción de inocencia, con las normativas reguladoras pasa lo contrario, se aplica con mayor dramatismo el “caso peor”, redactándose esas normativas pensando en evitar que ocurran barbaridades, o como se suele decir, haciendo pasar por el mismo calvario tanto a justos como a pecadores. Y dentro de las normativas, las urbanísticas (que son las que se aplican en el caso concreto que comentas) suelen ser las de más libre aplicación precisamente por su sencillez y por lo poco concreto de su definición.
Sin conocer el caso que comentas de primera mano, te pongo en antecedentes sobre lo que supone solicitar una licencia (que no permiso) de obras para ampliar una nave industrial. Lo primero es ver si el suelo es compatible con el uso que se le quiere dar. Puede parecer una tontería pero te sorprendería saber cuánta fábrica hay en parcelas con uso residencial o al menos no industrial y, viceversa, cuánta vivienda se puede encontrar en una parcela con uso industrial. Lo segundo es comprobar si la edificabilidad que le corresponde a esa parcela se ha consumido o no. Puede parecer una tontería, pero es el mismo tipo de vejación dar permisos a unos sí y a otros no como dejar que tengas una nave de 350m2 cuando sólo tienes 300m2 de techo para tu parcela.
A parte de todo eso (y más condicionantes que hay, pero quedaría un comentario más largo que la entrada en sí) hay un procedimiento administrativo: se ha de presentar una solicitud con toda la información correspondiente, adjuntar la documentación técnica necesaria y pagar las correspondientes tasas. Una vez más y sin conocer el caso, te puedo decir que el 50% de las peticiones de licencias que se “retrasan” más de lo normal, suele ser por reclamaciones o recursos del interesado intentando bajar el importe de la tasa, bien de manera lícita (errores hay en cualquier parte), bien falseando la documentación (incluso técnica y visada) para justificar esa rebaja en las tasas (que a veces, incluso es ridícula en importe, pero ya sabemos como es el “típico empresario español”, si no tiene la sensación de haberse aprovechado de alguien, no es feliz).
Del 50% restante de solicitudes, te podría decir que el 40% se pierde en los requerimientos que hay que ir haciendo al interesado para que su documentación cumpla con lo que hay que presentar antes de iniciar el trámite. El interesado conoce que los proyectos técnicos tienen que ir visados, que si se levanta o se modifica la estructura de la construcción hay que entregar proyecto técnico visado, que dependiendo de la actividad se requiere que se disponga del visto bueno de algún organismo supramunicipal, etc., pero la costumbre suele ser presentar la solicitud “pelada”, con suerte con alguna copia de DNI o CIF de la empresa en cuestión (tal vez lo menos necesario y a veces prescindible para el procedimiento) y sentarse a esperar a que el Ayuntamiento o el organismo que sea te vaya requiriendo documentación.
Que se le requiere proyecto visado, se entrega sin visar y otro requerimiento más, hasta que se cumple el plazo y así continuamente. Y si hay que hacer modificaciones porque la documentación técnica no se corresponde con las normativas correspondientes, el procedimiento se puede eternizar. A todo esto, las comunicaciones pueden o no llegar y ya “la tenemos liada”. Fíjate que preparar esas comunicaciones, estar pendiente del interesado para que aporte lo que conoce desde el principio del procedimiento, genera una carga de trabajo en las administraciones que retrasa, y mucho, la tramitación de otros expedientes. En cuanto empiezas a tener un 20% de todas las peticiones que es podrían encuadrar bien en el caso de reclamación de tasas y recurso de reposición, etc, bien en el largo tedio del partido de tenis de requerimientos y solicitudes, se genera la suficiente carga de trabajo para que el servicio se resienta y mucho.
A todo esto, todavía ni hemos hablado de la gran cantidad de asesores, cargos de confianza, mandos intermedios puestos a dedo, etc, que se encuentran, sobretodo, en las administraciones locales, cosa que hace que los pocos “soldados rasos” que son los que de verdad atienden y solventan las peticiones de los ciudadanos se vean entretenidos en chorradas y alterado su ritmo de trabajo normal por peticiones ridículas o por “primero este expediente, que interesa”. Si a esto le sumamos las corruptelas propias de muchos ayuntamientos, sobretodo los costeros o con gran mercado urbanístico y residencial, apaga y vámonos.
En fin, que o bien tu conocido se tiró piedras contra su propio tejado por ahorrarse cuatro perras (en serio, hay quién retrasa la concesión de una licencia 3 o 4 meses por reiterar recursos para ahorrarse un 5% en una tasa que no supera los 2.000€ para una obra presupuestada en 60.000€, o 2 meses cruzando requerimientos y peticiones para no entregar proyecto o proyecto visado) o ha sufrido el abuso de otros por los mismos motivos, que hace que a su caso no se pueda dar la atención que se merece. Y todo esto, como dije antes, corruptelas a parte.
#1 “…Somos un %&#$ País Bananero, por desgracia para nosotros…”
Si lo somos es porque queremos, ya que mucho de nuestro “bananerismo” está provocado directamente por nuestro comportamiento como ciudadanos: nuestra manía de hacer todo lo posible por incumplir una norma, aunque sea más difícil y caro que cumplirla, y la necesidad que tenemos de timar al prójimo y, si es una administración (muchos prójimos), mejor que mejor. Eso sí, a su vez, una privada nos sube un servicio, cuota o lo que sea nosotros tan tranquilos, pagamos religiosamente y sólo nos quejamos en el bar, internet o a familiares.
Y sí, trabajo en una administración local en un corrupto pueblo costero y, para evitar suspicacias, el comentario está escrito en el rato del desayuno que paso en mi oficina contestando al teléfono y atendiendo a quién lo necesite, fuera de mi puesto habitual.
El caso que comento es simple. Terreno rústico, pero hay más de 10 empresas allí desde tiempos de maricastaña y todas más grandes que la de nuestro cliente. Este se cansa de pedir que le dejen edificar, al final como ve a otros dos vecios que amplian y no pasa nada, pues arranca. Los vecinos sin problemas y el con la nave precintada… arbitrariedad, lo pero que te puede pasar.
El caso que cuentas me ha puesto triste. No me salen las palabras.
Por echar más leña al fuego: si no teníamos bastante con “lo nuestro”, ahora tenemos toneladas (las leyes se imprimen) de norma europeas.
¡Ah, y qué sorpresa! Veo que tenemos una trayectoria común.
Lo que cuentas, tiene muy mal tufo, Tendero, muy malo.
El problema no son las leyes, son los administradores de dichas leyes. Hasta la ley más simple,la coge un administrador inútil y/o corrupto y los curritos normales estamos apañados
Esto mismo lo comentaba hace ya unos años Mauro Entrialgo en público…
http://blogs.publico.es/mauroentrialgo/files/2011/01/1101.gif
Gracias por darnos contenido de calidad a los que te seguimos!
Excelente entrada.
Coincido contigo en buena parte de lo que dices.
También coincido con Land-of-Mordor. Nos quejamos mucho de los políticos, pero no vienen del Espacio Exterior. Vienen de nuestra Sociedad de pillos, pícaros e incumplidores crónicos, donde se valora más la picaresca que el trabajo bien hecho.
Así nos va.
Falta un trabajo arduo de educación en la búsqueda incesante de la calidad en el trabajo, así como en la honradez, nobleza, etc. Virtudes que muchos políticos, con la ayuda de los medios de comunicación y de la mayoría de la sociedad borreguil, se han dedicado a defenestrar, con nuestro beneplácito cómplice, por acción u omisión.
Y ¿qué me decís de la complejidad de las leyes tributarias y fiscales? Si solo para hacer la declaración de la renta, o rellenar un nómina o el contrato a un trabajador, se necesita el asesoramiento de un experto, pero un experto de los “buenos” (de los que tienen “mano” en Hacienda o en la inspección de trabajo). Porque si no es bueno seguro que se equivoca, viene el inspector de hacienda o de trabajo y te saca un error. Divino país…
Este es uno de los gastos más inútiles que tenemos en España. Es absurdo tener que pagar, para saber que impuestos hay que pagar… de locos