Hay algunos días en los que en el momento más insospechado veo el abismo que separa a las generaciones en estos días digitales. Muchas veces cuando estoy trabajando en el Banco. El otro día tuve una de esas situaciones.
Entra a la Oficina un cliente que es gerente de una empresa importante. Pero es agosto y viene a por asuntos particulares. Llega acompañado de sus dos hijos pequeños. Yo estoy pasando remesas de recibos de impuesto físicos (una de esas tareas bancarias que tal vez con la ayuda de los fondos europeos nuestro Ministerio de Hacienda digitalice y entonces en el Banco lo harán con una Inteligencia Artificial que dicen los consultores que son más baratas que las Inteligencias Humanas, espero que a ellos pronto los sustituyan también por inteligencias artificiales a ver si notamos alguna mejora) que es algo un poco aburrido. Levanto la vista y lo saludo. Y me llama la atención la vestimenta de sus hijos (dos niños de 10 y 11 años): gorro, mascarilla, camiseta y zapatillas de Fornite (y los pantalones no lo tengo claro, pero no los veo bien).
El cliente se dirige a la ventanilla de operaciones sin efectivo. Empieza a hablar con mi compañeros de ese Departamento y veo que discuten. Al cabo de unos minutos el gerente se levanta y viene y me pregunta por su gestor de empresas. Le digo que está en otro Despacho y se va para allí.
Entonces se acerca mi compañero que estaba en operaciones sin efectivo y comenta: “Pues no quería que le abriésemos dos cuentas infantiles a los niños con tarjeta de crédito asociada para cada uno de ellos”. Por normativa de Hacienda no podemos conceder tarjetas de crédito a menores de edad. Por encima de los 16 años se pueden conceder, pero con autorización expresa de los tutores. En esta caso no cabía esa posibilidad por la edad de los hijos del cliente. Entonces se me enciende la bombilla y veo el abismo generacional…
Cuando baja del piso de arriba el cliente que quería las cuentas con tarjetas de crédito para sus hijos, decido confirmar mi teoría:
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Hola, ¿qué necesitabas?
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Ahora nada, porque tus compañeros me han explicado que no me pueden abrir dos cuentas para mis hijos con una tarjeta de crédito para cada uno.
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Imagino que te hacen falta para pagar “pavos” del Fortnite, ¿me equivoco?
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No, es lo que quiero. Ahora les doy mi tarjeta y no sé lo que se van a gastar. Y claro los abuelos, los tíos… les dan dinero en el aginaldo y en los cumpleaños. Yo quería ingresarlo en sus cuentas y que se lo gastasen de ahí, no tanto por no pagarlo yo sino para que ellos viesen que se gastaban su dinero.
Al final les abro las cuentas y lo que le pido son dos tarjetas monedero regalo a nombre del padre. Le explico que él puede recargar las tarjetas con la cantidad que desee desde las cuentas de los niños y que solo podrán gastarse ese importe.
La brecha no trata de edad, sino de curiosidad y de actitud. Yo soy más viejo que los compañeros de operaciones sin efectivo que no entendían para qué quería el cliente dos cuentas infantiles con tarjeta de crédito asociada.
4 Comentarios
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Que bien pensado, aunque otra opción no podría haber sido una tarjeta de débito? Aunque la monedero acabará haciendo el mismo efecto supongo
El problema con las de débito es lo mismo que con las de crédito: la edad. También podría haberla puesto a nombre del padre, pero una monedero de regalo encajaba mejor: solo podían gastarse lo que había en la tarjeta.
Más que “brecha”, yo le llamaría “actitud” o “aptitud”, me explico.
Hoy en día parece que solo hay “operadores de ordenador”, vas a tramitar algo, y lo único que saben hacer es seguir las pantallas que va mostrando el ordenador, si algo no está pensado por el que hizo la aplicación… estos operadores entran en bucle.
Te cuento una anécdota que me pasó comprando una lámpara en un centro comercial. Ya la tenía montada en el techo y cuando saco la tulipa de la caja veo que tiene un defecto de fabricación. La dejo montada y me voy a la tienda a cambiar solo la tulipa. La persona que se encargaba de esas cosas me decía que no podía cambiármela porque no estaba completa. Hasta que le propuse una solución no me aceptó el cambio. ¿Mi solución? Comprar otra lámpara nueva, intercambiar la tulipa y devolverla inmediatamente.
Creo que muchos trabajadores no son conscientes de sus funciones, no es insertar datos en una aplicación… eso ya lo puedo hacer yo… su trabajo es buscar una solución a mis necesidades de cliente.
El tema de la actitud también va relacionada con la formación y sobre todo con la motivación… pero es algo diferente a lo que yo quiero expresar. Mis compañeros de la Oficina tienen una excelente actitud… pero en el caso que yo contaba ni se les ocurrió pensar que el cliente quería la tarjeta para su hijo y no pensaron en relacionarlo con el Fortnite a pesar de que los hijos iban vestidos de arriba a abajo con ropa licenciada del juego.