Hace un par de semanas, mi socio vendió en la tienda una tableta de siete pulgadas. Era una marca de esas poco conocidas. La vendió, porque el cliente es un cliente veterano, de los que saben lo que compran. Pero eso si, antes de vendérsela, le hizo las advertencias de rigor y le recomendó un modelo de marca más conocida, un pelín más caro, pero con mejores prestaciones. Pero el cliente dijo que no, que si total era para regalársela a su madre por su cumpleaños y ella no necesitaba nada muy potente.
A los tres días, se pasa el cliente por la tienda. Le dice a mi socio, que la tableta no funciona bien. Que tiene muchos problemas y le enumera:
- El sonido es muy débil, no tiene nada de bajos y a un par de metros de distancia no se oye nada. Cuando le entra un mensaje a su madre, ésta no oye el aviso, por el problema del sonido.
- En la mayoría de páginas web que usa su madre para ver series de TV en streaming, los vídeos se ven a trompicones, dan saltos… y en algunos ni siquiera se cargan.
- En varios de los juegos favoritos de su madre, la tableta va muy lenta.
Lo último que nos dice el cliente, es que en la tableta que su madre le regaló a él por Navidad, estos problemas no aparecen. Entonces mi socio, tuvo que recordarle al cliente, que su madre le regalo un tope de gama de Samsung, de 10”, con altavoces especiales y con el procesador más potentes que se podía montar en aquel momento en una tableta. Que además incorporaba tarjeta gráfica separada. Que la funda era de la propia Samsung y por tanto los agujeros para los altavoces estaba bien colocados (el cliente había puesto una funda universal a la tableta de la madre que tapaba los altavoces y por eso se oían tan poco). Al final el cliente reconoció que claro, no podía comparar un 600, con un Audi A6.
Pero al final, lo que se demuestra, es que el amor de madre (por lo menos en temas informáticos) es mejor que el amor de hijo
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Yo aún diría más. Lo que se demuestra es que por muy cliente veterano que seas, también se puede meter la pata, y por muy veterano que seas las culpas se las intentarás colar al vendedor.
Creo que no me he explicado bien. Si no hubiese sido un cliente veterano, no le habríamos vendido una tableta de marca rara… eso lo primero. Pero nuestro error, fue no relacinarlo con la tableta que le había regalado su madre en Navidad. Realmente el cliente de lo que se quejaba era de la comparación de una tableta con la otra. Y de ahí el título de la entrada, la madre se había gastado cinco veces más dinero en el regalo que él.
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