Como habréis observado llevo unas cuantas semanas publicando muy poco o no publicando nada en el Blog. Como me habéis preguntado el motivo vamos a ver si explico uno de ellos (hay otros más obvios) y voy retomando la actividad blogueril.
Como ya conté hace meses este año aprovechando que las empresas no quieren saber nada de empleados con experiencia en puestos de trabajo normales (no así en los despachos de madera de las plantas nobles, que se parecen a geriátricos de la cuarta edad…) me matriculé en la universidad para tratar de terminar la carrera que hace casi 40 años no pude terminar por problemas familiares.
Ya he terminado los exámenes y tengo las notas. No puedo quejarme, todo aprobado y con calificaciones altas (si tengo hasta una matrícula de honor). Por ese lado ningún problema. A pesar de mi edad, los achaques de salud y sobre todo los problemas de la vida adulta sigo siendo capaz de estudiar. Ya iré contando en otras entradas lo que he aprendido en esta experiencia (aparte de algo de Derecho de la Unión Europea, de Filosofía del Derecho, de Derecho Mercantil y de Derecho Procesal).
Pero resulta que el volver a la misma facultad que tuve que abandonar hace casi 40 años y sobre todo estudiando algunas asignaturas que ya estudié en esos días tan lejanos han tenido efectos colaterales que no me esperaba.
Para poneros en contexto, yo empecé a estudiar con una situación familiar normal. Mi tarea era estudiar y terminar la carrera en su plazo. Luego a buscar trabajo. Por el camino tratar de encauzar mi vida sentimental con alguien especial, pero a la que no sabía como abordar. Pero la vida te da sorpresas. Murió mi madre el verano entre primero y segundo. Al cabo de un año me vi en la obligación de trabajar para poder pagarme los estudios. Al año siguiente tuve que ocuparme de la casa y de un hermano 9 años menor. Y menos mal que en el tema sentimental si que legré hacer realidad mis sueños.
Así que el estar de nuevo en el mismo edificio me ha provocado una ola de melancolía y de recuerdos muy grande. Había días en los que me parecía ver a mis compañeros de entonces. Además cuando tuve que estudiar Derecho Procesal la cosa se agravó (el profesor que tenía, ya me dio clases en mi primera etapa). Fue cuando me suspendieron injustamente en el examen final de esa asignatura hace 35 años cuando decidí dejar de estudiar. Y empecé a recordar las cosas que hice, las que no hice y las que hubiese hecho si la ruleta de la vida hubiese girado de otra forma. Está claro que no se puede cambiar el destino… pero entré en una espiral de revisar lo que me pasó en esos años y tratar de imaginar como hubiese sido mi vida si las circunstancias de mi vida universitaria hubieran sido diferentes.
El proceso me afectó de varias maneras. Entré en momento de total introspección donde me parecía que volvía a los años 80 de siglo pasado y no estaba en el tiempo actual. Menos mal que tuve la ayuda de mi mujer. Nada más empezar a notar lo que me pasaba se lo conté y ella tuvo la paciencia de aguantar mis cambios de humor y sobre todo de hablar de esos años (ella ya me sufría en aquella época) y hacerme ver algo que es tan evidente: no perder el tiempo en lo que no puedes cambiar. También me llevó a recordar no solo los malos momentos, no solo las malas decisiones… sino también los buenos momentos y las decisiones acertadas. Me hizo ver que por desgracia vine obligado en la mayoría de las situaciones a reaccionar así.
Al final recurrí a algo que ya hacía cuando tenía 20 años y entraba en situaciones parecidas: escribir. Saqué el bloc y las plumas para retomar el vicio de escribir poesía. Si, yo fui poeta de joven (y gane un certamen de poesía local) y lo era por el mismo motivo que he vuelto a escribir poesía ahora: por verter las ideas que me agobian en papel y tratar de esa forma de alejarlas de mi o por lo menos hacerlas más reales para poder rebatirlas.
También me puse a buscar mis archivos de esos años. Me di cuenta de como cuando uno tiene 20 años es capaz de embarcarse en infinidad de proyectos a la vez. Empecé a repasar los escritos de esos años. Allí tenía más de 300 poemas, 7 novelas a medias (con más de 50 páginas ya escritas de cada una de ellas) dos obras de teatro, medio centenar de cuentos, 14 tomos de las oposiciones que hice para entrar a trabajar en mi primera empresa de por las mañanas. Y del lado de la tecnología una docena de análisis para programas de los que terminé y vendí 5. Y mis dos primeros PCs propios (ante tuve uno comprado a medias con un amigo).
Y todavía hay muchas cajas de archivo que no he podido abrir… imagino que encontraré más escritos. Y también quiero poner en marca los dos PCs a ver que encuentro en sus discos duros si todavía funcionan.
Y mientras estaba con lo anterior trataba de estudiar los exámenes finales de este curso de retorno a la Universidad. En mi vuelta al pasado me acordé de los compañeros que me ayudaron en aquellos momentos. Y encontré la agenda de teléfonos de esos años (en papel claro) pero no me sirvió para volver a ponerme en contacto con ellos. Aparece el nombre y primer apellido y un teléfono de solo 6 dígitos. Estuve dando vueltas con los nombres… pero todavía no he podido localizar a ninguno. Pero es una tarea que no quiero dejar de lado. En la hoguera de tratar de terminar la carrera la primera vez, trabajar, llevar una casa… tuve que quemar demasiadas cosas para sobrevivir que ahora echo de menos, la principal que perdí el contacto con muchas amistades de esos años (pero no había tiempo para tantas cosas).
Al final conseguí revertir la situación. Para ello he decidido aprovechar lo recordado para llevar algunas cosas al futuro. Así que ahora estoy recopilando mis poemas de entonces y los que he escrito estos meses y voy a publicar un poemario. Es algo que siempre quise hacer y que casi olvidé. Con las novelas a medias y los cuentos no sé lo que haré, pero los estoy digitalizando por si puedo usarlos como punto de partida para algo nuevo. Pero he empezado dos novelas cuyo germen ha sido esta crisis de melancolía. Lo malo es que cuando escribo aquí se me van las ganas de escribir en el blog y viceversa… veré como puedo resolverlo.
Como entenderéis al final hay cosas que he tenido que dejar de lado mientras me recuperaba. Una de ellas ha sido el blog. Ahora voy a tratar de volver a escribir más a menudo y como siempre en verano a lo mejor hay novedades aquí también.
Hola Tendero, un buen punto de partida sería intentar localizar a la gente en Facebook, aunque puede que tengas que armarte de paciencia, pues mucha gente tiene cuenta en esa red social, pero no la atiende en absoluto. Además, si no tienes el segundo apellido de la gente…
Pero yo creo que lo más idóneo sería intentar conseguir algún listín telefónico antiguo, digitalizarlo y mediante búsqueda de los números de 6 cifras que tienes, localizar la dirección. Presentarte en persona es una manera mucho más inmediata de contactar con alguien.
Lo que indicas ya lo he intentado e incluso búsquedas más profundas… pero de momento estoy teniendo mala suerte. Pero en esto casos la paciencia es un virtud que no me falta y creo que al final lo conseguiré.