Hará cosa de un años recibimos una visita inesperada en la tienda. Un veterano lector del blog, profesor en una universidad aragonesa apareció en la puerta de la tienda. Iba un congreso a una provincia vecina, vio en el GPS que nuestro pueblo estaba en la autovía que le llevaba a su destino y se pasó a conocernos. Es divertido eso de conocer en persona a los lectores del blog, te anima a seguir con esta normalmente solitaria tarea. Me comentó que gustaban las entradas que había dedicado a mi vuelta a la universidad, así que hoy esta entrada va dedicada a él.
Este año tengo pendientes algunas citas con el quirófano (nada grave y una ya la he pasado) así que me he matriculado en las asignaturas mínimas que me exigen. En este primer cuatrimestre tengo una asignatura (del último año) donde su profesor aplica la evaluación continua. Y la verdad es que lo hace muy bien. Hace que los alumnos hablen en clase participen, propone trabajos para hacer desde casa… si hasta ha llegado a explicar como resolver problemas jurídicos de su asignatura usando la IA (como bien dice: cuando ejerzáis tendréis una IA al lado, así que más vale irse acostumbrando a usarla y conocer sus puntos fuertes y débiles).
Cuando pidió el primer trabajo individual para hacer en casa, recordó en dos clases como quería que se presentasen los trabajo. Insistió mucho sobre todo en dos puntos:
- Que el nombre del alumno y el título del trabajo constase en la primera hora
- Que las hojas del trabajo estuviesen numeradas.
Explicó que a la hora de corregir era analógico. Le gustaba imprimir los trabajos y marcar con lápiz las cosas que iba puntuando. Por lo que si los trabajos tenían el nombre del autor y se numeraban las hojas su trabajo era más sencillo.
Llegó el día de entregar las notas del trabajo. Y para mi asombro el profesor sacó un montón de trabajos (yo diría que la tercera parte de ellos) en los que no figuraba ni el nombre del autor ni las páginas estaban numeradas. Volvió a recordar que era algo que le facilitaba el trabajo y que pensarán que en el mundo real tal vez no fuesen tan comprensivos como él. Parecía como si gente que lleva toda su vida estudiando y haciendo trabajos de este tipo (y con tres años de experiencia universitaria previa) no fuesen capaces de entender la importancia de acreditar la autoría de un trabajo y de organizarlo con la numeración de sus páginas. Pero la realidad iba a mostrarme que estas cosas no les pasan solo a mis jóvenes condiscípulos… el mundo real iba a sorprenderme más todavía.
Hace unos días entra a la tienda un cliente de mi quinta. Como muchos otros en esa franja de edad o están haciendo oposiciones para funcionario o ya las han aprobado o están en una bolsa haciendo sustituciones (algún día hablaré más de ese tema). Recordé que tenía unas oposiciones a un Ayuntamiento vecino aprobadas, excepto la última prueba. Me dice que no sabe nada del tema y que la cosa está muy liada. Me dice que la oposición en ese Ayuntamiento constaba de 4 pruebas. Mi amigo había aprobado las tres primeras. La última era una prueba de desarrollo sobre un tema práctico. Habían llegado 12 personas con los otros tres exámenes aprobados. El examen lo habían hecho a finales del verano. Pero no se habían publicado las notas. El motivo: el tribunal no sabía que hace con una incidencia: tres opositores habían entregado el examen sin poner el nombre. Primero habían pensado en repetir la prueba. Pero mi amigo comenta que otro de los opositores cuando lo habían propuesto había amenazado con impugnar, según este opositor (por cierto yo pienso lo mismo) si alguien entrega un examen sin nombre hay que darlo por no presentado…
Así que aquí tenemos gente con más edad que mis condiscípulos que cometen los mismos errores que ellos. Y la excusa de la edad aquí no sirve. Yo no entiendo que vayas al cuarto examen de una oposición complicada y tengas esos fallos… puedo entenderlo en el primer examen que hagas, pero no en este nivel.
Al final la vida real y la universitaria no se diferencian tanto.