Ayer por la tarde vendimos una tableta y un teléfono móvil a un cliente. Este cliente es un poco maniático con el tema de la seguridad y la privacidad. Así que no nos dejó que inicializásemos nosotros sus dispositivos, como casi siempre hacemos. Nos dijo que ya vería qué cuentas de correo ponía. Que no usaba correos de Gmail, Hotmail, Outlook o sitios parecidos ya que las empresas norteamericanas que hay detrás leen todos los mensajes.
Y mientras hablábamos con él nos dice: “A mi no se me ocurriría hacer como el Fiscal General, al que investigan por sus mensajes, de usar una cuenta Gmail y el Whatsapp para comunicarme desde un puesto oficial”.
Cuando el cliente se fue, mi socio y yo al comentar lo que había dicho el cliente, nos dimos cuenta que los dos habíamos pensado lo mismo cuando empezaron las informaciones sobre el borrado de las cuentas de Gmail y de mensajería del Fiscal General. Ninguno de los dos entendíamos como un alto, altísimo cargo de la Administración usaba cuentas de servicios gratuitas. Todos sabemos que cuando un producto es gratuito es porque el cliente es el producto. No logró entender el motivo por el que un alto funcionario no tiene una cuenta de correo corporativa y usa un sistema de mensajería propio.
Me recordó al caso de Hilary Clinton de hace una década. Pero la Secretaria de Estado de USA lo que hacía era reenviarse correos del gobierno a un servidor de correo que estaba fuera del sistema de seguridad y control público. Aquí tenemos a un alto cargo que usa cuentas y servicios de mensajería de otros países. No entiendo el motivo por el que no usa un sistema corporativo público y con protección nacional.
Pero no me pasa solo con los altos funcionarios. Nosotros vemos muchos clientes que manejan información sensible con cuentas de este tipo. Nadie tiene claro si hay o no hay seguridad en esos sistemas, ni quién puede estar leyendo sus mensajes.