Leído la Estrella de Pandora

y claro está, también su segunda parte Judas Desencadenado. Ambos libros obra de Peter F. Hamilton.

De este autor ya había leído hacía tiempo La caída del Dragón. Así que su estilo muy descriptivo y tal vez demasiado puntilloso ya lo conocía.

Lo primero es avisar que a pesar de ser dos libros, es una sola historia. Es decir el primer libro no termina cerrando ningún arco argumental que se vuelve a abrir en el segundo. No, los dos libros son uno solo. Solo que dada la extensión, pues no cabían en un solo volumen.  Así que si alguien empieza a leer La Estrella de Pandora y le engancha, pues tendrá que continuar con Judas Desencadenado para poder saber como termina la historia.

El libro se lee muy bien, la historia engancha desde el principio y hay unos cuantos personajes muy conseguidos. Lo que sucede, es que el estilo de Hamilton es muy particular. Le gusta dar muchos detalles de los personajes y de los lugares por donde pasan y de las máquinas que usan. Así al principio es muy común cometer el error de pensar que un personaje va a ser uno de los protagonistas porque lo describe de forma muy prolija. Y después ese personaje no vuelve a aparecer. Yo cuando iba por el número 30, perdí la cuenta de los planetas que describía. Y cada descripción es como mínimo de dos páginas.

Una cosa que me gustó del libro es que la da cierta importancia a la estructura y evolución económica. Me explico, es muy común leer libros de ciencia ficción, donde la forma que tienen las personas del futuro de ganarse la vida es cuanto menos absurda (el otro día cerré un libro de ciencia ficción por la página 100, después de la enésima chorrada sobre economía de su autor…). Aquí por lo menos eso no pasa. Incluso esa evolución económica es una más de las variables que maneja el libro.

Como siempre, a partir de aquí puedo contar algo sobre el argumento, avisado quedáis.

La historia empieza con una estrella que no se ve, porque está cubierta por una especie de barrera. Esta barrera cae y la curiosidad humana hace el resto. Se envía una nave a estudiar que es lo que tiene ese estrella para encenderse y apagarse casi a voluntad. Pero lo curioso, es que esta humanidad del siglo XXV no usa naves espaciales. La forma de moverse entre los planetas es por medio de trenes.

A partir de este inicio, empieza una historia muy trepidante que no deja de sorprendernos con algunos giros de guión un poco artificiales, para llegar a un final bastante conseguido. En resumen una novela recomendable, pero no imprescindible de leer.